Hoy es

Lo de la aceituna

       A mi amiga Matilde, que en el Taller de Escritura Creativa de Garciaz, escribió el primer pensamiento, que puedes encontrar pinchando aquí, y del que se sigue este texto de mi autoría.
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       ― Salí de casa con la idea de ayudá en lo de la aceituna, se lo juro. El olivá lo tenemos aquí al lado. Yo me cogí mi silla plegable, por lo de la artosis, que me tiene más que atá. Salí con todas las ganas del mundo, que en los veinticinco días que llevan ya los muchachos de barea, yo sólo les he ayudado en lo de la criba.
Pero, mire usté, señor cura, que el día estaba pero que muy que requetebién: el cielo azul, el campo verde; fresquito, eso sí, que en este tiempo no se puede esperá otra cosa. Lo que más me llamaba la atención eran los olores del campo, que parecía que los olivos chorrearan aceite, y los regatos me cantaran una nana como cuando mi madre, cuando yo chica. Y, en fin, que la tierra olía a siembra. ¡Qué felicidá, Don Matías! Asín que me entretuve en mirá aquí y allá, en olé aquí y allá, bebí de la fuente de los cinco caños. Y cuando quise llegá al olivá traía ya un doló en la riñoná que no me podía meneá. Asín que, en vez de ayudá, na más llegá, abrí mi silla y me senté, y levanté la cara pal sol. No sé si me quedé dormía o no, pero cuando me quise dá cuenta ya habían terminao los muchachos. Y entonces fue cuando se me entró el tiempo de la moceá de golpe, cuando venía con mi Benito y nos tirábamos… las horas muertas en esas cosas de la juventú. Y enseguía el doló, aquí, debajo el pecho, y en el brazo izquierdo. Y luego la oscuridá.
       ― Bueno, ¿y cual es el pecado del que se confiesa, tía Antonia? – preguntó el cura.
       ― Nostalgia, Don Matías, una nostalgia mu grande, casi como una pena.




En el vídeo que se sigue yo leo una primera redacción de este primer pensamiento que ella escribió y tú ahora acabas de leer.