Hoy es

el silencio y el miedo eran cómplices

     El silencio escupe gritos amargos, impertinencias soeces que cubren el corazón, cansado de tantos sufrimientos que no puede entender. Las verdaderas razones huyeron hace mucho tiempo sin dar la cara, tal vez, avergonzadas de su proceder, tuvieron miedo enfrentarse a la verdad y acabaron perdiéndose entre la niebla de un atardecer egoísta.

     Los gritos inundan la placidez del alma, escriben versos olvidados que iluminaron el camino del ayer, el horizonte parecía impaciente de nuestra llegada, las luces brillaban y nos entregaban un porvenir lleno de ilusiones deseosas de hacer realidad los sueños más alocados. 

     El silencio, por entonces, permanecía sereno, cauto, vigilante a los acontecimientos, tenía un miedo atroz a tergiversar las palabras y ser el culpable de un tremendo desatino. Las horas transcurrían con calma, sin embargo, por los rincones ocultos ocurrían escenas que nadie quería ver, era mejor mirar para otro lado, fingir, seguir como si nada pasara y todo funcionara bien. El silencio y el miedo eran cómplices y los hombres seguían por la senda de la ignorancia. 

     La vida parecía bella, pero los poetas sufrían un cruel tormento, porque sus versos proclamaban la verdad, la única verdad.