Hoy es

He de regresar a la incertidumbre

     Tengo miedo regresar a los pasillos blancos y encontrar las miradas de las sombras de antaño, no quiero que me vuelvan a robar los sueños, he podido recuperar alguna esperanza antes de perderse, para siempre, en el olvido. Las palabras me han ayudado a sobrellevar la dolorosa incertidumbre, mis versos apenas tenían fuerzas y morían en la calma angustiosa de una enloquecida noche, borracha de rencores estúpidos, mientras lágrimas heladas borraban mis deseos que, lentamente, se perdían por la senda dolorosa de la frustración. 

     He de regresar a la incertidumbre, la maldita enfermedad trata de invadir mi cuerpo con su odio desmedido y mis palabras tan sólo pueden dibujar amargos presagios en las cuartillas ausentes de mi alma. 

     Los especialistas me aseguran que es algo usual, el cáncer se resiste a desaparecer, el muy puñetero, y sale de su letargo al cabo del tiempo. Todo irá bien, me aseguran, la quimio ha hecho lo que se esperaba de ella, era su trabajo, reducir una pequeña maldita mancha en el hígado. Solo queda pasar por el quirófano y esperar que todo vaya bien. 

     Volveré a mis noches de insomnio, escuchare los pasos lentos, aterradores, de las malditas sombras deslizándose por los largos pasillos hasta colarse en mi habitación y despertarme, sobresaltado, envuelto en un pegajoso sudor, tendré que ver, en la crueldad de su mirada, montones de esperanzas moribundas que luchan por ver la luz del nuevo día. 

     Espero que los guardianes de la noche acudan a acallar mis gritos, mientras sus tiernas palabras borran las pesadillas que se agolpan en mi mente haciendo estallar sollozos dolorosos, mientras que mi mirada se emborracha con extrañas imágenes de sueños rotos, trozos de mi vida que se evaporan en un aire gris de un atardecer. 

     Tengo que ser fuerte y enfrentarme a mi destino, estoy seguro que ellos me ayudaran a abandonar esta pesadilla y podré seguir jugando con las palabras, envuelto en la melodía de una balada de jazz o sumido en un sueño eterno, en el que la música clásica dibuje, lentamente y con suma dulzura, hermosos poemas de amor en la blancura imperfecta de mi alma. 

     Ellos, los guardianes de la noche, me arrancarán de las fauces del cáncer y podré descansar, por fin, en un sueño eterno de amor.