Hoy es

Blind George

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       Era un hombre tan alto, tan alto, que tenía una nube en el ojo. La gente le conocía como “Blind George”. Se le veía caminar por las calles empedradas de San Miguel de Allende, en Méjico, con su bastón de madera y su kalimba. Se le escuchaba antes de llegar por los sonidos que hacía su instrumento.
       Los niños morenos, sucios y descalzos corrían por delante de él. Se reían e intentaban imitar un sonido que hacía con su garganta, “gagagagaa”. Era un hombre alto con una barba blanca y un pelo ondulado como nubes que caían por sus hombros.
       Cuando te miraba con sus ojos azules, sentías que te escuchaba el alma. Bailar con él era como bailar con una gallina loca. Comía con tanto gusto que se chupaba los dedos y cuando terminaba sus “huevos a la mejicana,” siempre le decía al camarero en voz alta y con su acento de gringo: “Esta riquísimo, muy, muy rico!” Construyó unas casas que parecían de un cuento de hadas de marruecos, estaban llenas de bóvedas y había delfines y dragones que saltaban por las ventanas hechos de vidrio de color. También había ventanas que daban al este donde se veía el amanecer.
       Por las tardes se le veía en su torre, donde crecía un árbol de eucalipto, tecleando en su máquina de escribir. Mandaba sus cartas por todo el mundo, a sus amigos y familiares. Lo conocí de muy pequeña, mientras navegaba los altos mares de la barriga de mi madre. Su voz la reconocí en cuanto me tuvo en brazos; pero él a mí no me vio, ya que tenía unas nubes en sus ojos azules.
       Le llamaban “Blind George” “Jorge el Ciego”. Fue un hombre conocido en todos los continentes, vivió en Goa, India, Méjico, Hawái, Brasil y España, por nombrar unos cuantos, y este hombre que era tan alto, tan alto en sabiduría y tolerancia un buen día se fue… y a mí me dejo huérfana.





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Karuna Tzadi Arnold