A veces, es preciso, necesario, aminorar el paso, incluso, detenernos y reflexionar, preguntanos sobre nuestro destino. ¿Somos realmente consciente de haber elegido bien el camino? ¿Los objetivos elegidos, los podemos cumplir? ¿Merece la pena seguir el ritmo enloquecido de los acontecimientos, humillarnos ante la insolencia de los repelentes relojes que nos van robando ilusiones, pedacitos de vida? Ellos, con desdén y, sin compasión, van cargando sobre nuestras doloridas espaldas silencios y rencores imposible de soportar.
No, no merece la pena, las preocupaciones y miedos impiden contemplar las bellezas que nos rodean y compartir las inquietudes de los seres queridos. Hay que saludar al amigo y decirle, con frecuencia, que puede contar con nosotros en todo momento, tenemos que compartir con él los instantes que ofrece la vida, ya sean buenos o malos.
Hay que continuar la senda y disfrutar de las bellezas que nos rodea, el día a día siempre es más llevadero con una sonrisa en el rostro y las manos tendidas, dispuestas a recibir cualquier regalo pero, sobre todo, debemos acoger las suplicas del prójimo que necesitan una simple respuesta o un poco de comprensión, sólo eso, también ellos se pierden por laberintos dolorosos y no encuentran la salida. Gritan, solicitan ayuda y no se les puede ignorar, aunque también lo estemos pasando mal.
Estamos aquí de paso, todos tendremos que coger el último tren, es inevitable. Subiremos y nos perderemos en el olvido. alguien, quizás, nos recordará, derramará unas tiernas lágrimas, sinceras o no. Que más da! Tal vez incluso, sienta un gran alivio de perdernos, por fin, de vista, puede que le hiciéramos daño en algún momento y no pudimos emendar el error cometido y no supimos pedirles perdón.
Por eso hay que disfrutar cada instante y compartir la palabra con los seres que nos rodean. Ellos, cercanos o desconocidos. forman parte del nuestro paisaje humano y no se merecen la incomprensión, su palabra es muy válida para descubrir los misterio de la existencia, a ellos hemos de acudir cuando nos acose la incertidumbre, sus consejos pueden mostrarnos horizontes luminosos, donde las sombras de la noche dejen de incordiarnos definitivamente.
Sí, hay que confiar en ellos y compartir ilusiones, aunar fuerzas para afrontar los peligros del futuro y dibujar, entre todos, el gran poema de la existencia, un nuevo canto de amor en el que podamos participar todos, intercambiando estrofas para tratar de construir un mundo mas habitable.