Hoy es

La guerra



Por los que
van a morir
       "No somos ingenuos."
Carme Forcadell 

       Nos han declarado la guerra. 
       ¿Estáis dispuestos a morir? 
       Porque vendrán a por vosotros, a por ti. 
   Llegarán a tu casa, te sacarán de tu sillón y te arrastrarán por la calle hasta el cubo de la basura, como si nunca hubieras sido un ser humano. 

Las ciudades están llenas

... de Google

de muertos vivientes,
de ojos que vigilan
y no ven
o, quizás, que no quieren
mirar aquello que ocurre
a su alrededor.

Prefieren ignorar,
qué les importa
aquello que a los otros
les suceda?


Sólo quieren seguir
el camino marcado por
un destino incierto.

Su propio camino.

Las equivocaciones y los errores
cometidos no deben salirse
del verso marcado.

Los otros tendrán sus propias amarguras
y espejos deformes absorben 
las imágenes borrosas de sus tardes grises,

llenas de mentiras absurdas
que ocultan toda la podredumbre 
de sus almas enfermas.

El otoño jamás perdona los errores.

¿Qué nos jugamos en el Concurso Literario EnR/NW

Primer Premio 
IMAC
27 pulgadas
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Segundo Premio 
ASUS
13 Pulgadas

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35 Premios a la
Calidad Literaria 
USB
8 GIGAS

Proazul

... de Google


          No más polución.
          Cuida el Azul
          para que no te cubra a plomo.
          Fija lo alto en sus alturas;
          no se corrompan los clavos
          con el sudor de la Tierra,
          que el Azul es sola pieza.         
          Pálpalo con asombro,
          que no lo destemple un ruido.
          que las nubes bruñidoras
          expriman los cuatro vientos
          y se bañen las colinas
          para recibir la Aurora.
          Alas, tracen líneas;
          tejida armazón de redes finas
          soportadoras de Azul.
          Cuida el Azul.
          Que no se asomen las puntas
          por el piso del Edén.
          Dios está paseando por el Huerto
          y pregunta:
          "¿Dónde estás? ¿Qué estás haciendo...?"
          Luego dice un Arco Iris
          para apoyar el Azul fundamental.
          Azul, mitad de la existencia,
          columna y firmamento;
          concavidad materna
          amenazada de turbios vaticinios.


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DEL APARTADO "FRONDA" 
DEL LIBRO "DE PUÑO Y LETRA" agosto 2013
de RODOLFO HERRERA TAPIA

... de Google

La película

... de Google
       Todos sabemos que el hemisferio derecho del cerebro controla la parte izquierda del organismo. El quiasma es el órgano donde se produce el cruce de los nervios para ejercer este intercambio.
       La sala de cine es confortable.
       Con Adriana, suelo venir muchas veces a este cine.
       Es preciso mucha atención
       —¿Cómo se titula la película? 
       —“Una mujer fantástica” —, me dice Adriana sentada a mi derecha
       La sala está llena a rebosar.
       Se apagan las luces, mi cerebro se pone a pleno rendimiento.
       —Como tú.
       —Si, pero yo no soy transexual.
       A veces el cerebro se vuelve loco.
       Se coloca a mi izquierda una pareja.
       Marina, la protagonista, parece toda una mujer.
       Dicen que la esquizofrenia tiene variaciones. Yo no lo sé.
       Los asientos son cómodos. 
       No quiero pensar en esa enfermedad.
       La película reclama mi atención.
       Adriana, a mi derecha, me coge la mano con ternura.
       Poco a poco, se vuelve complicada. 
       No sé cómo un transexual puede querer a un hombre.
       Yo respondo como un hombre. ¿Soy un hombre?
       ¿Marina es realmente una mujer? Lo parece.
       Mi cerebro se rebela.
       Marina desde la pantalla, en un primer plano me mira fijamente.
       Mi cerebro me avisa.
       No sé qué siente un transexual, pero acaricio la mano de Adriana.
       Es una escena excitante. Pero termina mal.
       Mi cerebro me vuelve a avisar.
       Horacio sufre un infarto.
       Es mi mano izquierda.
       ¿Se ha roto mi quiasma?
       Calor tibio.
       Pienso en la otra mano.
       Miro a Adriana.
       —¿Qué pasa?
       —Nada.
       Mas calor.
       Con su mano izquierda me acaricia intencionadamente, pero no me mira.
       En silencio pido socorro a mi cerebro, pero no me auxilia.
       No soy capaz de dar calor a las dos manos.
       Intento soltarme de la intrusa.
       No puedo.
       —¿Qué pasa?
       —Nada.
       Las dos manos me sueltan. 
       Respiro.
       Marina insiste en ir al funeral de Horacio.
       Otra vez el calor en una mano.
       Ya no sé cuál es la mano que me quema.
       Sudo como Horacio antes de morir.
       Ahora el calor es diferente, entra por las dos manos. 
       Cierro los ojos.
       ¿Qué es la esquizofrenia?
       Me dejo llevar hasta los créditos.
       Se encienden las luces.
       Cesa el calor, sigo sudando.
       Se han ido. Estamos solos en la sala.
       He cogido un resfriado del sudor.
       En casa hay paracetamol.





El texto es de
José María Garrido de la Cruz




El alimento del futuro



El fipronil en el huevo,
y hasta hay cromo en el pescado
las vacas ya fueron locas
y el arroz…







¡A EXAMINARLO!

              ***

Vi un reportaje en la tele
y esto no es una historieta,
grillos, gusanos y larvas…
se incluirán en nuestra dieta.

Se cultivan en Holanda
sin perjuicio estomacal
pues existe gran demanda
para el consumo local.

Y más de un millón de insectos
son proteínas y grasa
“bocadillos” muy selectos
dijo el Chef desde su casa.

Mezclados con pepinillos
con aguacate y pimienta,
los gusanos y los grillos...
¡hum!
¡son comida suculenta!


Y al probarlo el reportero
dijo con tono gracioso:
“un alimento ligero”
¡me resulta muy asqueroso!

La situación es precaria
ya tu aquí lo puedes ver
es “cultura culinaria”
los insectos…¡AL PODER!








Amor a tres bandas

... de Google.
Retoques, Santiago Solano

          1
          2
          3

          Cuatro días después regreso.
          Ella viene veloz.
          Hacia mí cae su pelo ondulado
          tendido al viento.
          Se me abraza, me mira
          descaradamente a los ojos,
          como si no creyera
          lo que los suyos
          le van dictando en voz muy baja.


          Hay en este gesto, en el calor
          que despide su cuerpo
          y el poderío con que late
          su corazón,
          una alta angustia que sale a mi encuentro,
          como si hubiera
          perdido, en tan pocas horas,
          todas las esperanzas de volver
          a verme.


          Yo, no sé por qué,
          recuerdo el sonido de un viejo
          tambor adormeciéndose,
          en la lejanía.
                              Aprieto
          su negra cabecita
          contra mi corazón:
          —Te quiero – digo.



          Mi esposa lo ve todo.
          Sonríe.
          Ella también la quiere.





Rara Avis


... de la Red

             Nunca Rara Avis se había mostrado tan de verdad ante mis ojos. Solía intentar esconder su carnoso cuerpecito tras una especie de disfraz de plumas que entresacaba de detrás de su pomposa vestimenta. Era algo excesivamente impostado, tan falso y antinatural que llegaba a herir mi sensibilidad de hombre de mundo. Yo mismo, no acertaba a saber muy bien a quién le producía mayor contrariedad: si a mí, que la contemplaba en tan embarazosa pose, o a ella que pretendía esconder lo que a todas luces resultaba una obviedad

            Sin embargo, en aquella ocasión sucedió lo que todavía hoy me sigue pareciendo un auténtico milagro que la madre naturaleza me regaló sin pedirme nada a cambio.
            Esa noche, convocada una vez más a mi presencia, dejó descorrer con total suavidad, como si de una delicada y sedosa cortina se tratase, el amplio y vaporoso paño de plumas que ocultaba sus partes pudendas: quiero decir su íntimo sexo. Y todo un prodigio rozando la ensoñación se mostró finalmente a la luz. Sin duda, su cuerpecito era carnoso, pero cuando pude contemplarlo en toda su desnudez, emergió ante mi aquel fantástico y oculto tesoro. Me fue dado comprobar de facto y por única vez en mi vida que no se trataba de ella, sino de él.
            Jamás he vuelto a ver a Rara Avis en un desnudo integral.



                                         de "Aves del Paraíso",
                           Cuaderno de Pensamiento, Poesía y Relato.
                                                                                      2018
                   

De visita en el pueblo viejo

A menudo las tumbas abiertas parecen bocas que expelen un hedor insoportable. Otras veces, en cambio, son agujeros modestos que aguardan con discreción a ser ocupados. Cuando llegamos a la salida del cementerio, mis padres conversaban animados. Les había parecido que, al acercar la vela, Elvis había abierto los ojos. Entonces, me di cuenta de que Lily se había quedado atrás. Le gustan tanto los camposantos que se queda ensimismada ante las lápidas. Me perdí entre los pasillos, distraído por la cháchara de los cipreses en calma. Anabel, tan inocente, aprovechó para interceptarme desde la trasera de un contenedor repleto de herrumbre. Con su manita, alzó para que pudiera verla bien una menuda bolsa de plástico transparente y sus ojos azules brillaron tanto que iluminaron su pelo. «Son las bridas que necesitamos para ayudar a mamá», me dijo. Inspiraba tanta ternura que me daba apuro decirle que ni esas piezas de plástico ni ninguna otra podrían obrar la magia. Le sonreí como pude y me alejé en busca de Lily.  No sé muy bien para qué. Sospecho que nadie más puede verme.

Deborah.



Relato ganador en el concurso ddel grupo de relato breve El Tintero, alojado en la red social Netwriters que forma ya junto con Escritores en Red la mejor red de literatura en español de Internet.







Krant la conoció en una discoteca. Una chica francesa rubia y espigada, de cuerpo espectacular. Alguien los presentó, bailaron y terminaron sentados en un sofá, hablando a gritos para desligar sus voces de las de un reggaetón machacante.

Se llamaba Deborah y le comentó que era herpetóloga, y él, mintiendo, le dijo que era abogado, porque pensaba que su profesión de escayolista le restaba posibilidades para ligar. Tan pronto como Deborah se disculpó para ir al baño, él sacó el móvil y buscó en la wiki “herpetología”. Casi se cae de espaldas: “dícese de la rama de la zoología que estudia a los reptiles y a los anfibios”, «vaya puntería», pensó, haciendo un gesto como si se hubiera comido un limón. Él odiaba a las serpientes, las aborrecía y sentía, en general, rechazo y miedo por cualquier animal que se desplazara arrastrándose. Cuando volvió, observó los brazos de la chica. Hubiera jurado que estaban tatuados con piel de serpiente.


—Ese tatuaje que llevas en los brazos ¿qué es? —preguntó, tratando de no poner cara de asco.

—¿Has visto alguna vez una pitón reticular?, son ofidios especiales; su piel forma bellas retículas, simétricas, perfectas, como diseñadas por una máquina. Igual que las de mis brazos. Las pitones reticulares miden hasta ocho metros de longitud y pueden deglutir animales enteros, como un mono o un jabalí. Son constrictoras, se enroscan sobre su presa y la van asfixiando poco a poco antes de tragársela entera.

Le embobaba la musicalidad de su acento, cómo limaba las erres al hablar, pero la descripción de la pitón le mantuvo en guardia. Era guapa y Krant llevaba mucho tiempo a dos velas; pero esos brazos, esos siseos y esas pupilas tan brillantes le echaban para atrás.

Decidieron irse. Las copas y las ganas de acostarse con ella pudieron más que sus fobias, y Krant se ofreció a acompañarla a casa. Ella aceptó con una sonrisa cómplice. Al llegar, le invitó a subir. Cuando Deborah abrió la puerta de su apartamento, a Krant le entraron escalofríos. Había posters de serpientes por todas partes, vitrinas con reptiles de diversas clases y tamaños, fotos ampliadas, figuras de cerámica de anfibios extraños de ojos saltones y vidriosos. Krant empezó a sudar.

Deborah tenía hambre y sacó unos espaghettis del congelador. Puso quince minutos en el reloj del microondas. Después de tres copas de vino y varios tonteos, se sentaron a cenar. «Tres copas son demasiadas», pensó Krant, cuando en una de las risotadas de Deborah, creyó observar una segunda fila de dientes afilados. Se excusó y se dirigió al baño a lavarse la cara. Volvió más pálido, después de haber visto una jaula de ratoncillos blancos junto a la ducha.

—¿Qué te pasa mon amour? —le dijo ella, con tono sensual mientras daba un sorbo a la copa de vino.

—Nada, nada, que la salsa me ha sentado mal —respondió Krant, blanquecino.

Deborah se levantó, le cogió de la mano y le condujo a su habitación. Lo desnudó lentamente en la penumbra de una lámpara de papel. Deborah tenía todo el cuerpo cubierto con el mismo tatuaje de los brazos y una figura de ensueño. Lo desnudó con mimo, empujándolo sobre la cama y lo arropó entre sus brazos tatuados. Krant sintió una mezcla de confort y de miedo. Ella empezó a besarle, a morderle, a explorar su boca con esa lengua que parecía partida en dos mitades. Cada vez le apretaba más, poco a poco; primero con los brazos, luego con las piernas y después con el cuerpo entero, enroscado sobre él. Notaba más y más la presión, como si estuviera aprisionado en un tornillo de banco. Krant sintió ahogo y placer, presión y fusión, más presión…

Al día siguiente, tras una noche pesada, Deborah se tatuó en su brazo derecho otro anillo reticular mientras leía en el periódico local la sección de sucesos. Apuró los restos de café y lamió el azúcar del fondo de la taza con su lengua viperina. Necesitaba darse prisa, la tinta tenía que secarse, aún debía maquillarse los ojos y empolvarse la nariz. La discoteca estaba a punto de abrir.

Miguel Paez Marco (Mikywrite)

Relato ganador de El Tintero Virtual, tema “Sucesos”

La canción del Espíritu


  
... de la Red
             El Espíritu se manifiesta como una aspiración de la mente humana hecha carne; profundamente transpirada a través del cuerpo que nos mantiene en pie. ¿Una fuerza que se transmite merced a los genes de cada una de los billones de células que nos componen? Puede ser; en abstracto, no tengo nada que objetar contra dicha idea. Pero hoy ya sabemos que esos genes no son ya una "caja cerrada", sino "abierta" y movida por el campo energético que subyace a toda la materia. ¿Qué es el Arte si no una construcción idealizada de la propia Naturaleza en su conjunto? ¿Y con qué ojos miran algunos seres humanos a ésta? ¿Con los del Espíritu? ¿Mito o verdadera Realidad? ¿Pero que es la Realidad para una consciencia que sueña consigo misma? Y estoy seguro que mientras sueña imagina y proyecta un Mundo que sobrevuela sobre éste que percibimos con nuestros cinco sentidos.
            ¿Cuál es la causa de tan iluminada idea? Dejemos la teoría evolucionista descansar al menos por algún tiempo, pues no tiene sino una explicación incompleta del devenir de la vida en sí y de la emergencia de nuestra especie animal. ¿O es tal vez el mandato de la propia Naturaleza recreándose a sí misma? Y ahora sí vengo a convenir con mi apreciado Baruch Spinoza: "Deus sive Natura". ¿Pero entonces nosotros mismos, siendo en ella, seríamos al mismo tiempo Dios, aunque en uno de sus modos finitos? ¿Es por eso que entonamos permanentemente en nuestro corazón esta canción del Espíritu?
            Como siempre he de acabar admitiendo, en buena lógica, el inescrutable bucle que nuestra consciencia establece con la Naturaleza o Dios o la Energía o el Espíritu, que es de donde en cualquier caso nace esta canción que hoy aquí os traigo. Tal experiencia como fenómeno intuitivo y emotivo-sentimental es incuestionable para una infinidad de seres humanos, aunque de una mera quimera pueda tratarse. No obstante, la negación de ésta es hoy por hoy igualmente inverificable por la ciencia. Luego, entonces..., si tenemos fe en esta idea (que se asienta fuertemente en la relación cuerpo-mente como un vector potente que nos mantiene unido a la tierra y nos da constantemente señales vitales de algo superior a nosotros ), vayamos pues tras su estela. Ese es al menos mi proyecto vital último.

                                                   de "Aves del Paraíso",

                                      Cuaderno de Pensamiento, Poesía y Relato
                                                                                                 2018

Digo

... Google Mapas
155 km a Barcelona

       Vuelvo a soñar con la milicia, como antes, cuando estaba en activo. Voy de oficial, pero me siento el más novato de todos los novatos, con todo lo aprendido guardado en el saco del olvido; no en vano soy un reservista. Me veo en la torreta de mando de mi BMR, dando unas órdenes con una voz que no es mía, y que ni siquiera entiendo.
       Me escondo de las balas bajo el vehículo que ha sido detenido por un grupo guerrillero, luego corro con la soltura de los veinte años, esa potencia que sé que no es mía, hacia los árboles, bajo una lluvia torrencial. Mi cuerpo no puede morir, pero mi mente sabe que ha ido a eso. Luego todo se llena de niebla. Sólo el cruce de carreteras y el indicativo kilométrico: A Barcelona ciento cincuenta y cinco kilómetros. 
       Ahí me despierto. 
       — Dios mío, que esto sólo sea un mal sueño   digo.









Sábado

... de Google

Ha amanecido sábado y hoy tampoco llueve.
Poco a poco la vida se adueña de mi pueblo.
Mujeres con el carro de la compra,
parques llenos de niños,
cervezas en las barras de los bares,
parejas que se besan riendo en las terrazas,
ancianos que pasean muy despacio
del brazo de emigrantes. Mi vecina
restriega los cristales mientras canta un bolero.

Alí, el senegalés que monta guardia
a la puerta de mi supermercado,
me regala su sonrisa blanquísima
y me dice feliz fin de semana.

Mientras tanto
unos seres perversos se reúnen
en despachos siniestros
a jugarse a las cartas el destino
de la gente corriente, la que solo
pretende convivir, tener trabajo,
ver crecer a sus hijos, a sus nietos
y morir en la cama, a ser posible.

Discuten con empeño la estrategia
para poder robarnos la alegría,
la música, los libros y las lágrimas
que nos identifican como humanos.
El amor, la amistad, el sexo, la ternura,
los jóvenes, los viejos, los enfermos,
los besos, los abrazos y las conversaciones,
los juegos de los niños y los perros,
el ansia de ganar las causas justas,
los recuerdos felices, la nostalgia
de los tiempos de entonces.

Ellos hacen sus planes
al margen de nosotros, solo piensan
cómo podrán rasgar la luna llena,
cómo sembrar el odio en nuestras vidas,
cómo hacernos dejar de ser personas.

Los domingos concierto

¿Y ahora qué?


Para mi amigo Pedro Pablo



... de La Red
       En Twitter, dos millones de feligreses siguen las novelas de 140 caracteres o menos de Neil Gaiman
       Tao Lin es el “Kafka de la generación iPhone”. 
       William Gibson se maravilla con algunos aspectos del progreso tecnológico mientras que reflexiona y sospecha sobre otros relacionados con la conectividad a través de internet.
       Zadie Smith y sus charlas con otros "internautímidos" gozan de una legión de fieles seguidores, unos 35.000. 
       Yo, simplemente escribo esto para ganar este concurso, en un cibercafé, a la carrera, sin esperanza. Y es que necesito el ordenador para conectarme en mi casa, desde el silencio. Espero que no me pase como a mi padre, que una vez conectado me mira y me pregunta: ¿Bien, y ahora qué?


La gente que brilla.


Micro ganador en la segunda quincena de Junio del concurso
en el grupo Gigantes de Liliput, alojado en la red social Netwriters
que, junto a EnR, forman las mejores redes literarias de Internet.

       Tenía la certeza de que me tomaría por loco. Nunca me habían gustado los psiquiatras a quienes consideraba más alucinados que muchos de sus pacientes. Sin embargo, no me quedó más remedio que lanzarme.
       —Cuando era niño, mi madre venía a darme un beso al acostarme, y siempre me hablaba de la gente que brilla, sobre cómo hallarlos. Tengo cincuenta y siete años y sigo buscando. En las calles, cuando viajo en tren, en los restaurantes de Madrid, o en los congresos médicos. Pero nunca he encontrado uno de ellos.
       El doctor se reclinó hacia mí en su diván para confidencias:
       —No se da usted cuenta, pero tiene un brillo magnífico.






Pedro de Andrés (Ultralas)
Micro ganador de Gigantes de Liliput, tema “Aura”

El último vals

... de La Red

Pájaros alegres y cantores
Se despiertan con los colores,
Cantando y tocando la sinfonía de la vida,
Trayendo alegría a los seres del bosque
Y a las hojas verdes llenas de savia
Del viejo roble.



Hoy, no hay colores, solo nubarrones,
La sinfonía trae notas desgarradoras,
Lágrimas caen anunciando
El último vals.



Las ramas del noble roble se balancean
Al compás de la hermosa y triste sinfonía.
Una hoja baila su último vals
Flotando en el océano etéreo,
Dando vueltas y vueltas,
Entre los brazos del viento.



Cuando las estrellas brillen
Los pájaros se recogerán cantando
Nanas en las ramas del sabio y viejo roble.
Las notas del vals han dejado de sonar,
Ha sido la última representación
Porque la bailarina ha entrado en su jardín secreto
Para fundirse en un abrazo con su Madre Tierra.

Pasaron


Resultado de imagen de no pasaran toro de picasso
... de Google

Manos abiertas al sol
con sus viejas camisas renovadas.
Les recuerdan que nunca se marcharon
a los descamisados, esos mismos
que siegan con sus puños libertades.
Mi pobre piel de toro desgarrada
se ahoga entre los muertos sin memoria.
A golpe de cuchillos, estacazos,
himnos sin melodía
y banderas juradas en mi nombre.


Poco menos que corazonadas

... de la Red
       ─ Dame tiempo ─ le dijo al muro parlante que tenía frente a él.
       ─¿Quién eres tú para pedirme una tregua a mí cuando sólo hay un responsable de todo este desaguisado?
       ─ Si tuvieses algo coherente escrito en tu revuelto lienzo tal vez podrías orientar mis reflexiones 
─ volvió a sugerirle lleno de una creciente desazón.
       ─Yo, sólo soy el resultado de todos y cada unos de tus pensamientos. No tengo ninguna potestad sobre ti, ni en modo alguno podría variar lo que en mí se representa. Solo soy el escenario de tu mente y todo lo que dices, haces o piensas, en mí tiene su íntimo reflejo.
       ─Es extraño que sintiéndome fuera de ti, vengas a decir, de alguna manera, que a la vez estoy contigo. ¿No es acaso todo lo que percibo una proyección de mis actos de voluntad?
       ─Te equivocas en un punto trascendental que lo explica todo: no hay un adentro ni un afuera; sencillamente hay. Es como si le diéramos la vuelta una y otra vez a un calcetín sin costuras. ¿Podríamos acaso saber cuál es el derecho y cuál el revés? Estaríamos girando continuamente y nunca lograríamos determinar su principio o su final; las acciones rutinarias se sucederían continuamente..., ad infinitum.
       ─¿Quieres decir acaso que yo soy el escritor y el lector de mi propia historia? ¿El aprendiz y el maestro a un mismo tiempo?
       ─Ciertamente, lo afirmo -añadió la voz del muro, esta vez con un tono conciliador.
       ─¿Entonces, si no es a ti, a quién puedo pedirle una respuesta que dé solución a este enviscado problema?
       ─A nadie, por supuesto. Las respuestas no son nunca el resultado de pregunta alguna; sencillamente, estas llegan sin más, cuando tienen que llegar. El Camino no se enseña; se aprende. Y hay una oculta llave para abrir la cerradura de la puerta que conduce desde esta aparente y oscura caverna a la certera claridad de la Luz que se vislumbra más allá.
       ─No entiendo nada de lo que me dices: hablas en metáforas, un lenguaje demasiado críptico, al igual que todo ese embrollo del anverso y el reverso del calcetín. Pero ya que parece que te has dignado a soltar prenda en lugar de pedirme que lo solucione todo por mi cuenta... Dime: ¿dónde hallaré esa llave, si es que existe?
       ─No lo dudes, existe. El Camino no es fácil de recorrer, pero existe igualmente ... aunque no lo creas ─la voz del muro dejó caer adrede aquel silencio entre palabras.
       ─Me rompes los pocos nervios que aún me quedan. ¡Dime algo definitivo de una vez por todas!
       ─La cosa es bien sencilla: haz de buscar la llave dentro de tu propio Corazón. Ahí se hallan, por cierto, todas las respuestas que no responden a preguntas, pues éstas no sirven para dicho menester. Pero no te equivoques: no se trata de razones que alumbrar, sino de puras intuiciones. Entiéndeme: ¡poco menos que corazonadas!




                                                      de "Aves del Paraíso" ,
                                   Cuaderno de Pensamiento, Poesía y Relato.
                                                                                              (2018)





¿Qué les pasa a los hombres?

... de Google
     Qué les pasa a los hombres que no se pueden entender, sólo discuten. Tratan de imponer sus propios argumentos, sin aceptar puntos diferentes, simplemente, las replicas no tienen razón de ser. Las palabras se cruzan sin escuchar el mensaje de sus voces ebrias de mentiras e infamias. 
     Cada cual interpreta la realidad a su manera, todos sacan unas conclusiones tajantes que tienen que ser admitidas sí o sí, no queda otra. Si alguien se atreve a manifestar lo contrario, está perdido, es un revolucionario, un extremista que hay que expulsar del sistema.
     Son los mejores, los más fuertes, los defensores de unos valores, los suyos, que han de guiar el rumbo de los demás. Los débiles, que no ven o no quieren ver el abuso a que son sometidos, son incapaces de apreciar las mentiras que se esconden en las adulaciones de aquellos que pretenden guiar sus pasos. Esperan que recapaciten y pidan perdón, tarde o temprano están convencidos que lo harán. Un error lo tiene cualquiera. Uno, dos, tres,… muchos, demasiados. Los errores se acumulan, todos se creen en posesión de una razón equivocada, una razón que, tal vez, no exista. Nadie tiene la culpa. 
     Bueno, sí. Los de siempre, aquellos que confían en que un día la situación cambie y las antiguas disputas se solucionen, pero ya será tarde, demasiado tarde y, apenas, habrá tiempo para llorar.

Lunares negros

... de Ana Galán

Las aceras se abren al resplandor
que rompe las nubes.
Brillan esos lunares tan oscuros,
turbio está el suelo.


Unos ojos pregonan la talidomida
que silenció la forma de los abrazos.
Tres monedas se empapan en el fondo de un platillo
aún más negro que el frío de las losas.


En el borde de un escalón
se sienta un mendigo que exhibe sus pérdidas,
piel y vestido de arrugas
cubren el oxido que le corroe el alma.


Muy cerca el aire que todo lo puede:
zapatos con sonido a tacón de cine
nebulosa de pies
que exhiben lujo.
Un aroma que destila dinero
siempre huele a la misma ceguera.


Mientras, los desahuciados se acurrucan
en el cartón improvisado.
La primavera solo existe en el violín de un músico,
sus manos sedientas de hambre
invocan un sueño de orquesta.


Cómo soltar esta negrura
que quede limpio cualquier paso.
Y sobre la ciudad…
sople un viento de colorear vidas.





Monólogo

Relato ganador en la primera quincena de Junio del concurso 
de relato breve El Tintero Virtual localizado en la red social Netwriters 
que, junto a EnR,  forman las mejores redes literarias de Internet.

       Doce de la noche. Seis horas para el relevo. La sala principal está tranquila. Los ordenadores apagados. Los teléfonos en su sitio. Las mesas ordenadas. Una silla por cada plaza y en cada plaza. Las persianas, perfectamente desplegadas, impiden la visión del exterior… Sí, el edificio suena. Se nota mejor cuando los empleados imponen el silencio con su ausencia. Regresarán a las ocho. Hay muchas empresas a las que contactar, mucho género que vender… Bueno, ¡género!, módulos publicitarios más bien…
       Longinos emplea diez minutos de cada dos horas en comprobar que lo que siempre ha de ir bien no se haya torcido en esa zona. Es un vigilante veterano. No siempre coincide de guardia con Mucio, pero, su turno de trabajo es mucho más ameno cuando comparten servicio.
       ─¿No te parece, amigo?
       ─¿A qué te refieres, Longinos?
       ─Al mobiliario de esta sala. Siento que se trata de una cuerda de condenados…
       ─¡Vaya! No te suponía tan docto…
       ─¿Por qué dices eso?
       ─Bueno, ya sabes. Los vigilantes tienen mala prensa. Gente ruda, dicen, poco cerebro…
       ─Ya… Hay mucho tiempo para leer y…
       ─… el que lee, progresa. Te lo he dicho muchas veces. Incluso el que tiene en el Marca todo lo que necesita.
       Longinos ha ido apartando el papel de aluminio que protegía su bocadillo de jamón york y queso mientras conversaba con Mucio…
       ─¿Quieres?
       ─…
       ─¡Ah sí, lo olvidaba! Tú, siempre preocupado por mantener la línea…
       ─¡Muy gracioso! Pero, dime, ¿qué es eso que dices de “cuerda de condenados”?
       ─Galeotes, los que remaban en el Mediterráneo… Aquellos a piñón fijo, madero adelante y atrás. Estos otros, con el teléfono pegado a la oreja y la pantalla a la vista como si no existiera mañana…
       ─Te ha dado por la metáfora…
       Longinos responde a la vez que mastica un buen trozo de pan y Mucio le pide que repita…
       ─Es que no te entiendo…
       ─Ya, perdona. Digo que…
       “Llena el buche” de agua y traga…
       ─Ya está. Digo que… De los trabajos forzados, a los trabajos forzados, poco ha evolucionado la humanidad.
       ─Y me harás repetir la lista de los indiscutibles cambios que se han producido de entonces acá social y políticamente.
       ─No, otra vez no, descuida. Eres capaz de rezar los cuatro misterios del rosario sin tomar aire siquiera.
       ─¡Claro que soy capaz! Sabes que no necesito oxígeno.
       ─Lo sé, lo sé. Apago las luces y subimos al tercero. ¿Vale?
       ─Si no hay otro remedio…
       ─Hombre, si lo dices así… puedes quedarte, no te preocupes.
       ─Pues te lo agradezco. Es que hoy no tengo muchas ganas de recorrer la casa.
       ─Sé que, si pudieras, hoy sería por ti y mañana por mí…
       ─Queda la conversación pendiente.
       ─Queda, Mucio.
       Longinos se acerca al cuadro eléctrico, desconecta el alumbrado y sale de la estancia. La nave queda en penumbra. Recibe apenas la luz de la ciudad. Tal vez las papeleras, las revistas apiladas, el pizarrón, los impresos y todo el material administrativo, tengan algo que decir, pero callan… Es un silencio absolutamente solitario. Un silencio que solo podrá ser interrumpido por la única persona a esas horas en vela. Nadie más, en el edificio, hasta el relevo.



Autor: Bálsamo
Relato ganador de El Tintero Virtual, tema “la oficina”








Kate mira el reloj


... de la Red

            Kate miró el reloj cuyas manecillas marcaban las cinco de la madrugada y aún Martin no había llegado; solía hacerlo no mucho más tarde de las 4:30 A.M., casi siempre regresaba puntual a casa después de haber completado el turno de tarde-noche en la fábrica.
            No le parecía, sin embargo, una hora intempestiva por la que se tuviese que preocupar demasiado, pues sabía que en algunas ocasiones había tenido que retrasarse al depender del transporte en coche que a veces le facilitaba su amigo Frank, cuando, como era el caso, el suyo estaba averiado.
            Recordó que eso era justo lo que le había dicho antes de partir de casa: "no te preocupes si llego algo más tarde de lo habitual; ya sabes que hoy tengo que esperar a Frank para que me traiga y conoces lo parsimonioso que es para cambiarse de ropa y emprender la marcha. Espero que esta semana pueda recoger nuestro coche una vez le hayan reparado la dirección".
            No obstante, su ansiedad iba creciendo por momentos, mientras sostenía con su mano derecha una taza de té a punto de derramársele por el constante y ajetreado paseo desde el centro del salón a la ventana principal del mismo. Las luces de la calle brillaban en aquel momento mortecinas y prismáticas a través de los cristales empeñados por una persistente y cadenciosa lluvia: nada --supuso-- por lo que debiera preocuparse.
            Pasados algunos minutos, la impaciencia la corroía mientras daba ahora continuos paseos desde el salón a la cocina, ya que había puesto a calentar un poco de caldo de la comida del mediodía que sabía que a Martin le gustaba saborear antes de meterse en la cama junto a ella: no era mujer que se quedase dormida aguardando que el cerrojo de la puerta se descorriese al meter la llave, mitigando así la angustia que le producía saber que su marido no estaba en casa.
            No habían tenido hijos y se encontraban en una época dictada ya por la madurez matrimonial, que si bien les había permitido sosegar la relación de pareja, dejaba siempre abierto demasiados espacios de silencio, momentos que favorecían que la azarosa imaginación de cada uno flotase en medio de los dos como un omnipresente fantasma. ¿Se querían todavía o era sólo el continuado roce de los más de veinte años de matrimonio? Con la llegada de cada primavera, ella seguía alimentando en su corazón la esperanza de un florecimiento de su vieja pasión, pero él no tenía ya aquel ardor juvenil que incendiaba su alma y hacía que su cuerpo se le entregase sin oposición alguna.
            Se hallaba aún rememorando aquellos añorados recuerdos, cuando divisó a través de los empañados cristales el fulgor de los faros de un auto que se detenía frente al portal de la casa y del que vio descender la figura inconfundible de Martin. No le pareció que aquel coche fuese el de Frank, pero en seguida puso su atención en el cuerpo de su marido que se tambaleaba y daba pequeños bandazos al atravesar la calle desierta en dirección a la vivienda. En ese instante un nuevo pensamiento surcó su cabeza borrando los anteriores: "estará cansado de la dura jornada o tal vez haya tenido algún pequeño accidente de trabajo... Ahora me lo explicará en cuanto llegue".
            Aguardó paciente unos minutos que se le hicieron eternos, mucho más largos de los que había previsto, hasta que la puerta se abrió y compareció Martin visiblemente confuso, moviéndose con claros indicios de estar ebrio. Apenas si llegaba a sostenerse en pie y visiblemente contrariado se esforzaba por emitir algunas palabras trabadas. Daba la impresión de que intentaba al mismo tiempo disculparse e incluso parecía demandar algún tipo de castigo verbal con el que reconciliar su alma frente a Kate.
            -- Lo... sé, cariño, esta... esta vez he metido la pata de verdad. Ya sabes lo convincente que puede ser Frank en... algunas... ocasiones, sobre todo si se le mete algo entre ceja y ceja. Se empeñó en que pasásemos antes por el pub Moon... Moonlight, ese que está dos calles más allá de la fábrica y en el que algunas veces tomamos unas birras.
            -- ¿Unas birras dices, Martin? Yo creo que muchas más. Desde aquí puedo percibir que apestas a alcohol. Sabes muy bien cuánto detesto a un hombre borracho a mi lado. Recuerdas aquel asunto que te conté acerca de mi padre. ¡No puedo admitirlo, Martin!
            Paralizado por las palabras de Kate, no se le ocurrió otra cosa que acercarse para darle un beso; en los labios no, por supuesto, sino en la frente. Al intentar hacerlo tropezó torpemente con el cuerpo de ella y cayeron de bruces en el sofá, no precisamente en una postura amorosa. Kate lo apartó violentamente de sí; no podía soportar el desagradable olor a ginebra, el sudor de su cuerpo ebrio y sobre todo aquel aroma de perfume de mujer que su cuello y su ropa desprendían.
            --¡Eres despreciable, Martin! ¡No quiero verte más! ¿Con qué venías en el coche de tu amigo Frank?
            -- No te entiendo, amor. Ya sabes que siempre te digo la verdad. ¿Por qué habría de mentirte esta vez?


                                                 de "Aves del Paraíso",
                                    Cuaderno de Pensamiento, Poesía y Relato.
                                                                                              (2018)

Concha García: Poeta, España


Certeza

... de Google

No sabemos aún
a que profundidad nos cala el verbo,
ni si tan solo se fija sutil
hasta crear memoria en las células.


Lo que sí hoy sabemos
es que amistad es nombre
que se urde con los actos
y transita por el río de la palabra.


El barquero del silencio

Imagen mía del  libro
La Naturaleza Sagrada del Ser Humano
       Las aguas del río fluyen formando parte de un todo, cataratas, lagos, mares, nos hablan y nos cuentan bonitas historias si sabemos escuchar.
       “Esta es la historia de un hombre que vivía en la ribera de un rio, rodeado de altas montañas de cumbres nevadas. Su cara estaba bronceada por el sol, marcada por arrugas de felicidad y sabiduría y sus ojos brillaban con mirada clara y serena.
       Lo conocían como el “barquero del silencio” por sus parcas palabras ya que prefería escuchar a hablar, pero sus ojos reían cuando contemplaban a las personas que buscaban su compañía para que las llevase a la otra orilla. Personas variopintas y cada una de ellas con historias singulares, con sueños por realizar o desengaños guardados en el corazón.
       El barquero se sentía libre como el viento y amaba ese rio; en sus aguas podía oír esa risa que le devolvía momentos felices de amor y ternura compartidos con su amada que aunque se había ido, su risa quedó reflejada en el agua, dibujando para siempre esa sonrisa en su cara arrugada y en sus ojos de mirada clara. 
       Como era habitual, el barquero estaba sentado en la orilla del rio. “Hoy va a caer una gran tromba de agua” pensaba mientras miraba al cielo cubierto de negros nubarrones. En ese momento apareció un hombre de mirada altiva. Pidió al barquero que lo llevara a la otra orilla. El barquero le dijo que era mejor esperar ya que la tormenta estaba a punto de descargar pero el hombre dijo que no quería esperar. Salieron en la barca pero la tromba de agua cayó con tal fuerza que tuvieron que regresar. El barquero le ofreció su humilde cabaña hasta que escampara. El señor aceptó con mala cara y el barquero sonriendo le condujo a su humilde morada.
       Choza austera, pulcra y ordenada. Mientras tomaban café el hombre le contó su maravillosa vida, de viajes a través del mundo, de reuniones y de hoteles de lujo. En un silencio entre las frases dichas, pensó: “pobre hombre, vaya vida más triste y solitaria”. El barquero lo escuchaba con atención, con ojos serenos y sonrientes.
       El hombre siguió con su monólogo y cada vez se sentía más orgulloso de su vida, cuando de pronto, el barquero le preguntó para iniciar una conversación: ¿tienes familia? No tengo tiempo respondió; ¿tienes amigos? Tengo muchos clientes; ¿qué haces en tus ratos libres? Soy un hombre de negocios muy ocupado, no tengo ratos libres. Mi vida es el trabajo. Su cara transmitía la incomprnsión de estas preguntas y ante el silencio del barquero, se puso a observar la pequeña choza pulcra y ordenada y, entonces, oyó el canto de la lluvia al caer; por primera vez en su vida, sintió recogimiento y deleite ante tal armonía y belleza.
       El barquero le comentó: “tienes una vida ajetreada que conlleva una soledad impuesta. Tanta gente anónima a tu alrededor que como fantasmas van y vienen sin dejar huella. Es triste que te pierdas el amor, que no puedas sentir el abrazo cálido, que no puedas oír la risa o compartir momentos dulces e íntimos con un ser amado”. EL hombre lo miró con cara de perplejidad y pensó: “¡éste barquero no comprende nada… mi vida es maravillosa!”.
       El barquero sonriendo le dijo: “no todo es trabajo y huida, debes conocerte y así encontrarás el camino de tu vida”.
       Escampó y el barquero lo llevó a la otra orilla, allí se despidieron con un adiós.
       Un año más tarde, mientras que el barquero estaba en la orilla del río oyendo la risa de su amada en el agua, apareció el hombre de mirada altiva, esta vez, acompañado de una mujer a la que adoraba. “Solo he venido a darte las gracias por aquella taza de café que cambió mi vida”.
       La vida no es lo que tenemos, la vida es lo sentimos, si buscamos la paz y la verdad las encontraremos, si buscamos el egoísmo y la violencia los encontraremos. Solo de nosotros depende la elección. Todos llevamos el universo en nuestro corazón.








Raúl Zurita, Poeta Chileno


Concurso Literario EnR/Netwriters

Pincha AQUÍ para ir a las bases del concurso

Secretos

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Vivimos efímeros momentos íntimos
De secretos y vivencias.
Secretos de amores escondidos
Como perlas en el océano.


Secretos de un encuentro prohibido
De miradas furtivas y roces
Que duran la eternidad de un susurro.


Secretos de felicidad por realizar
Ese sueño que nadie comprende,
De profundas tristezas y alegrías
Vividos en el desván de la existencia.


Secretos de saber fluir con la vida
Cargando anillos y emociones,
De recuerdos y errores.


Lágrimas que han bautizado el alma,
Creando un renacer de alas
Para sentir la fragancia de la suave brisa
Y el nuevo sabor de la vida.


Secretos que solo viven en el alma
Del que ama, llora, siente y recuerda
Que la vida son momentos de miradas


Furtivas y roces de brisas amigas.





Último tango en París

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       Desde el interior de la trinchera, Pierre oyó la orden del general: «¡Alfa-Tango, retirada!».
       «¿Falda Tango?». Esas palabras le transportaron de vuelta a Paris, a la danza con Amelie y su vestido ceñido a las caderas.
       Ella le robó el corazón.
       La bala, su vida.


Helena Andrés




Iniciamos, con este micro ganador en la primera quincena de Junio del 2017 en el concurso de Netwriters Gigantes de Liliput la colaboración entre las dos redes literarias en español, desde nuestro punto de vista, mejores de Internet.
Micro ganador de Gigantes de Liliput, tema “el tango”

Esperando al maestro

... de Google.
       Desde que aprendí a leer, a la vez que empecé a robar, he ido apropiándome de multitud de libros ajenos.
       Se puede decir que de eso hace mucho tiempo.
       Desde entonces mis víctimas, son aquellos de los que estoy seguro que sus dueños les han abandonado.
       A diario todos me enseñan algo.
       En los “Lugares de reposo” que he visitado y no por gusto, hay pequeñas bibliotecas en las que siempre sobra alguna joya antigua que me pide protección y custodia.
       ¿Dónde van a estar, mejor que conmigo? 
       En la página trece de cada uno de ellos pongo la fecha del delito. 
       Al final, un comentario alusivo al texto. 
       Éste no sé a qué obra de arte corresponde, pero dice: 
       “Entraré en la cárcel por leer, pero seguiré robando. Saldré de la cárcel por robar, pero seguiré leyendo.” 
       He tenido que comprar una enorme mansión para alojar a todos mis libros. 
       Son mis amigos. 
       No se merecen menos. 
       Ahora soy un hombre culto, tengo inmunidad diplomática y ya no me persiguen por ladrón. 
       En mi profesión he ganado experiencia, pero ellos, - mis perseguidores -, no saben para que me sirve. 
       Ha tenido que llegar el día de hoy, para darme cuenta de la gravedad del problema, cuando alguien me ha preguntado, que era eso de la fiesta del Samhain, y es que no sólo nos han robado la fiesta, sino también la palabra. Entonces me he venido aquí, y he leído con la pasión de u ciego, conla voracidad de un loco, con la intensidad de un moribundo. 



       Y aquí en la esquina del futuro, en el jardín de mi amplia biblioteca, como la Santa Compaña, han empezado a desfilar, una serie de palabas olvidadas, reclamando su lugar en la tierra que siempre ha sido suya 
       He leído con la pasión de un ciego, mientras mi juguete preferido, el diccionario se llenaba de ausencias. 
       He entrado por las más antiguas puertas de la tinta, he dibujado el contorno amarillo de sus páginas, he sorteado la silueta de sus letras, con sigilo para evitar perderme en la cordura, hasta que la fantasía ha multiplicado mi memoria 
       Y ahora, rejuvenecido y feliz, con mis armas dispuestas para desigual batalla, espero a la entrada de mi mansión, el retorno del maestro que me enseñó a leer. 
       Tal vez hoy ese mago, ese maestro, ese autor, traiga la antología de mi propia obra y pueda descansar, al lado de ese diccionario, ahora sí, cargado de palabras de mi lengua, con sentido. 
       Tendré paciencia hasta que llegue, y mientras tanto, cogeré alguna joya de la literatura universal. 
       Valdrá la pena.




El texto es de
José María Garrido de la Cruz