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... de Google |
Quema mi piel
con la sangre
de tu carne encendida
y dame a la vez
tu agua fresca:
esa que no quita la sed.
Átame
para siempre
a la nave de tu destino
y suéñame
bajo las nubes de tus ojos,
aunque nunca me despierte.
Que ya no deseo ser
nada ni nadie;
que ahora te tengo a ti
y eso me basta.