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| ,,,de Google |
Las notas de ese piano amenazan con llevarme a la locura. Siento mis labios fríos mientras pienso en ella. Y al recordarla, veo aquellos árboles de primavera plantados a lo largo del río, su sonrisa abierta, su pequeña figura sumergida en una claridad de peces y algas, extasiado y perdido como estoy en un laberinto de deseos mientras persigo el vaivén de sus caderas al andar.
Quien dice que es dueño de su persona, es un fantasioso fanfarrón que nada sabe de la vida, de su propia e íntima naturaleza; que lo arrebata a cada momento, lo esclaviza y sume en el más maravilloso de los delirios: sombras y luces; ternura, encanto, y deseo que inundan todo mi cuerpo cuando se ilumina el mármol esculpido de su cuerpo frente a aquel viejo roble centenario.
Y ahora que se halla tan lejos, que ya no la tengo junto a mí, me dejo acariciar por el sonido de ese piano que no sé de de donde surge, ni quien lo toca. A su compás, soy un fantasma que viaja solo, y aunque me siento vivo, transpiro, corro, como y duermo, ya no pertenezco a este mundo. Por eso déjame estar así, como ahora mismo me siento. Quien quiera que seas, que absolutamente me dominas, permíteme contemplarla por última vez inclinada sobre la orilla de aquel río, apoyada sobre la balaustrada para ver los rojos peces del estanque al atardecer; déjame sentirla unos instantes más, aún a sabiendas de que no estoy loco, pues sé muy bien que ella es tan sólo un reflejo de mi corazón.
