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... de Google. Retoques, Santiago Solano |
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Cuatro días después regreso.
Ella viene veloz.
Hacia mí cae su pelo ondulado
tendido al viento.
Se me abraza, me mira
descaradamente a los ojos,
como si no creyera
lo que los suyos
le van dictando en voz muy baja.
Hay en este gesto, en el calor
que despide su cuerpo
y el poderío con que late
su corazón,
una alta angustia que sale a mi encuentro,
como si hubiera
perdido, en tan pocas horas,
todas las esperanzas de volver
a verme.
Yo, no sé por qué,
recuerdo el sonido de un viejo
tambor adormeciéndose,
en la lejanía.
Aprieto
su negra cabecita
contra mi corazón:
—Te quiero – digo.
Mi esposa lo ve todo.
Sonríe.
Ella también la quiere.
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Cuatro días después regreso.
Ella viene veloz.
Hacia mí cae su pelo ondulado
tendido al viento.
Se me abraza, me mira
descaradamente a los ojos,
como si no creyera
lo que los suyos
le van dictando en voz muy baja.
Hay en este gesto, en el calor
que despide su cuerpo
y el poderío con que late
su corazón,
una alta angustia que sale a mi encuentro,
como si hubiera
perdido, en tan pocas horas,
todas las esperanzas de volver
a verme.
Yo, no sé por qué,
recuerdo el sonido de un viejo
tambor adormeciéndose,
en la lejanía.
Aprieto
su negra cabecita
contra mi corazón:
—Te quiero – digo.
Mi esposa lo ve todo.
Sonríe.
Ella también la quiere.