Hoy es

La película

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       Todos sabemos que el hemisferio derecho del cerebro controla la parte izquierda del organismo. El quiasma es el órgano donde se produce el cruce de los nervios para ejercer este intercambio.
       La sala de cine es confortable.
       Con Adriana, suelo venir muchas veces a este cine.
       Es preciso mucha atención
       —¿Cómo se titula la película? 
       —“Una mujer fantástica” —, me dice Adriana sentada a mi derecha
       La sala está llena a rebosar.
       Se apagan las luces, mi cerebro se pone a pleno rendimiento.
       —Como tú.
       —Si, pero yo no soy transexual.
       A veces el cerebro se vuelve loco.
       Se coloca a mi izquierda una pareja.
       Marina, la protagonista, parece toda una mujer.
       Dicen que la esquizofrenia tiene variaciones. Yo no lo sé.
       Los asientos son cómodos. 
       No quiero pensar en esa enfermedad.
       La película reclama mi atención.
       Adriana, a mi derecha, me coge la mano con ternura.
       Poco a poco, se vuelve complicada. 
       No sé cómo un transexual puede querer a un hombre.
       Yo respondo como un hombre. ¿Soy un hombre?
       ¿Marina es realmente una mujer? Lo parece.
       Mi cerebro se rebela.
       Marina desde la pantalla, en un primer plano me mira fijamente.
       Mi cerebro me avisa.
       No sé qué siente un transexual, pero acaricio la mano de Adriana.
       Es una escena excitante. Pero termina mal.
       Mi cerebro me vuelve a avisar.
       Horacio sufre un infarto.
       Es mi mano izquierda.
       ¿Se ha roto mi quiasma?
       Calor tibio.
       Pienso en la otra mano.
       Miro a Adriana.
       —¿Qué pasa?
       —Nada.
       Mas calor.
       Con su mano izquierda me acaricia intencionadamente, pero no me mira.
       En silencio pido socorro a mi cerebro, pero no me auxilia.
       No soy capaz de dar calor a las dos manos.
       Intento soltarme de la intrusa.
       No puedo.
       —¿Qué pasa?
       —Nada.
       Las dos manos me sueltan. 
       Respiro.
       Marina insiste en ir al funeral de Horacio.
       Otra vez el calor en una mano.
       Ya no sé cuál es la mano que me quema.
       Sudo como Horacio antes de morir.
       Ahora el calor es diferente, entra por las dos manos. 
       Cierro los ojos.
       ¿Qué es la esquizofrenia?
       Me dejo llevar hasta los créditos.
       Se encienden las luces.
       Cesa el calor, sigo sudando.
       Se han ido. Estamos solos en la sala.
       He cogido un resfriado del sudor.
       En casa hay paracetamol.





El texto es de
José María Garrido de la Cruz