Soledad Cazorla, fiscal general contra la violencia a la mujer (hoy fallecida), dijo: “El maltrato es una enfermedad social injustificable”. Yo también lo afirmo. |
A día de hoy, fecha en la que redacto este prólogo, han muerto a manos de sus parejas alrededor de cincuenta mujeres y un número indeterminado, no cuantificado, sufre malos tratos psicológicos compartidos o no con el maltrato físico. Todo ello deriva en consecuencias graves, muy graves para ellas y su familia, principalmente los hijos. Cada número de esta estadística es la desaparición de una biografía concreta, es un momento único que destruye un cuerpo, es un horror que avergüenza, o debería hacerlo, a la sociedad pero se pasa muchas veces de puntillas o se mira hacia otro lado favoreciendo el desamparo y la indefensión aprendida.
La expresión violencia de género se utilizó por primera vez en el año 1993 y tiene que ver con "La violencia que se ejerce hacia las mujeres por el hecho de serlo". Ocurre en todas las clases sociales y culturas, no es ni mucho menos exclusiva de los sectores marginales. La violencia que se ejerce contra las mujeres se da entre todas aquellas personas que tienen una mentalidad que se califica con el término ”machista” y como este elemento negativo se ha transmitido culturalmente, alcanza a todos los sectores de la población.
Existen tres tipos claramente diferenciados de lo que es la violencia de género. En primer lugar la llamada violencia física .Es aquella en la que la mujer es víctima de malos tratos provocados por golpes o acciones causadas por el agresor al hacer uso de sus manos o de objetos, con intención o no de provocar la muerte, bajo los efectos o no de sustancias tóxicas que afectan al sistema nervioso. Hasta hace relativamente poco tiempo este estado se consideraba, paradójicamente, atenuante. Ya no. Es el tipo de maltrato que deja secuelas físicas o provoca la muerte y, como es lógico, psicológicas en grado variable.
En segundo lugar, está la conocida como violencia de género psicológica. Tiene lugar cuando el hombre ataca a la mujer mediante insultos, humillaciones, desprecios o amenazas. Alguna de las acciones relacionadas con este tipo de violencia son :Ignorar los sentimientos de la pareja, críticas, indiferencia, silencios, insultos, gritos, gestos, humillaciones en privado o en público creándole inseguridad sobre su valía como persona, propiciando sentimientos negativos y de dependencia, ausencia de intimidad porque todo está controlado y vigilado por él, evitar mantener relaciones sociales en su compañía y , si lo hace, aleccionarla antes de salir de casa, control del dinero y todas las decisiones domésticas, vigilancia de sus salidas y entradas así como de sus horarios, control de las llamadas telefónicas, de su cuenta de correo electrónico, claves de acceso en internet, impedir la entrada en el mundo laboral provocando una dependencia económica, decir que puede “abandonarla cuando quiera y a ver qué hace sin él porque no vale para nada”, amenazar con quitarle a los hijos y no dejar que los vea más porque “es una mala madre”, dejarle sin dinero, ni tarjetas, castigar o maltratar a los niños o amenazar con hacerlo, manipular a los hijos en contra de ella, provocarla para que busque un sitio donde ir y ”a ver si puedes pagarlo” …
Sería complicado y difícil terminar de relatar todo lo que es posible realizar para anular psicológicamente a una mujer. El efecto y fin de este conjunto de maldades, ejercido desde una posición de poder, es desvalorizar, producir daño psíquico, destruir la autoestima y reducir la confianza personal. Todo ello lleva a la despersonalización, a la cosificación, de la mujer y genera dependencia del ejecutor. En muchas ocasiones muy complicada de erradicar.
Los efectos de la violencia psicológica no son tan llamativos externamente, tan visibles y manifiestos como los de la violencia física. En muchas ocasiones la propia mujer no es consciente de ellos y piensa que su relación es algo que entra dentro de la normalidad e incluso puede llegar a pensar que se lo merece. A veces hasta que no ocurre una agresión física grave la situación permanece en el tiempo, si no sucede la mujer continúa viviendo con su maltratador, aceptando su vida tal y como es. Existe, sobre todo en personas muy jóvenes, lo que se denomina “micromachismo” realizado principalmente a través de Internet y de efectos psicológicos intensos. Se trata de un control abusivo sobre su vida: con quién hablan, dónde van, cómo han de vestirse… por parte de su pareja. El sexismo y el machismo perviven y se refuerzan, por desgracia todavía, entre los adolescentes.
En tercer lugar, además de la violencia física y psicológica, está la sexual. En este caso, el hombre utiliza la coacción o a la amenaza para establecer relaciones sexuales no deseadas por la mujer, llegando a convertirse en auténticas violaciones. Con este tipo de relación la sexualidad de la mujer queda anulada, no cuenta y la ausencia de placer, de orgasmos, es total teniendo que asumir las acusaciones de frigidez por parte de su pareja .El bloqueo es brutal y la ausencia de libido, un hecho. Puede costar mucho tiempo después de haber concluido una relación de este tipo recuperar la sexualidad y, en ocasiones, no se puede. Deja tal trauma que una parte tan importante y gratificante del ser humano como es el placer sexual, desaparece. No podemos olvidar el uso como arma de guerra de la violación en muchos de los conflictos bélicos actuales con las consecuencias terribles para las mujeres que la sufren.
No se debe consentir ni una sola de las señales o episodios anteriores pensando en dar otra oportunidad o en que ha sido un incidente disculpable porque puede que esa otra oportunidad sea, indefectiblemente, la última.