Hoy es

Mi cuento de Navidad

... de La Red

       La noche es fría, afuera nieva, como en Navidad. Pero en el interior de la casa se está caliente. El dormitorio es pequeño, la cama es pequeña, con cabecero color azul cielo. El edredón de la cama del niño es azul y blanco, las paredes son blancas, y la mesilla es blanca también, con tiradores azules. El abuelo está sentado junto a la cama, en su butaca gris clara, muy mullida. Rondará los ochenta años. Su rostro es redondo como la pelota de un niño, y tierno. Su piel fina y blanca, con unos pómulos que se tornan rosados debido al calor. Sus cejas, gruesas y pobladas son blancas, como su cabello, abundante, y algo ondulado. Sus labios son finos, y la sonrisa, amplia y franca, como la de Papá Noel. El abuelo, para que el niño duerma, le cuenta cada noche un cuento. Esta noche ha sido el de los tres cerditos. Luego, como cada noche también, le pregunta al niño:
       ¿Y qué crees tú que pasó después? 
       El niño se queda un rato como distraído. Luego cierra los ojos, y comienza a hablar: 
       Los tres cerditos se quedaron en la casa de piedra. La que el feroz lobo no fue capaz de tirar. Pero él, se quedó afuera, esperando. Los tres cerditos pasaron días y días en la casa, tranquilos, y aún así, la casa, construida para uno solo, se les quedaba pequeña. Al igual que las provisiones, que comenzaban a escasear. Entonces un cerdito urdió un plan; cuando todos dormían, incluido el feroz lobo, salió, y además de ir a por provisiones, compró un décimo de lotería. Esperaba que la suerte les sonriera ese día. Estaba cerca. Y la suerte les sonrió. Les tocaron millones, y todos, muy contentos, volvieron a repetir el plan. Cuando el lobo dormía, se escaparon, fueron a cobrar el dinero, y se compraron un chalé, a las afueras. Una casa grande y confortable, bien construida, donde poder vivir juntos. Pero el lobo se enteró de todo por la prensa. Y encontró el chalé donde los tres cerditos vivían contentos y felices. Creedores de ningún peligro. El lobo rodeó el gran muro que protegía la casa interior. Y encontró un fallo. Era un chalé construido por una mordida del ayuntamiento. Y no era bueno. La construcción tenía fallos. Así que, cuando todos los cerditos dormían, el feroz lobo entró, y les robó todo el dinero de la lotería. Hasta el último céntimo. Y entonces el lobo compró un billete y se marchó a vivir a Hawái. Y fue feliz, y comió perdices. 


       Tras unos segundos, el niño, como cada noche, abre los ojos. Y como cada noche también ve que el abuelo se ha dormido.