... de Ana Galán
Las aceras se abren al resplandor
que rompe las nubes.
Brillan esos lunares tan oscuros,
turbio está el suelo.
Unos ojos pregonan la talidomida
que silenció la forma de los abrazos.
Tres monedas se empapan en el fondo de un platillo
aún más negro que el frío de las losas.
En el borde de un escalón
se sienta un mendigo que exhibe sus pérdidas,
piel y vestido de arrugas
cubren el oxido que le corroe el alma.
Muy cerca el aire que todo lo puede:
zapatos con sonido a tacón de cine
nebulosa de pies
que exhiben lujo.
Un aroma que destila dinero
siempre huele a la misma ceguera.
Mientras, los desahuciados se acurrucan
en el cartón improvisado.
La primavera solo existe en el violín de un músico,
sus manos sedientas de hambre
invocan un sueño de orquesta.
Cómo soltar esta negrura
que quede limpio cualquier paso.
Y sobre la ciudad…
sople un viento de colorear vidas.