... de la Red |
─¿Quién eres tú para pedirme una tregua a mí cuando sólo hay un responsable de todo este desaguisado?
─ Si tuvieses algo coherente escrito en tu revuelto lienzo tal vez podrías orientar mis reflexiones ─ volvió a sugerirle lleno de una creciente desazón.
─Yo, sólo soy el resultado de todos y cada unos de tus pensamientos. No tengo ninguna potestad sobre ti, ni en modo alguno podría variar lo que en mí se representa. Solo soy el escenario de tu mente y todo lo que dices, haces o piensas, en mí tiene su íntimo reflejo.
─ Si tuvieses algo coherente escrito en tu revuelto lienzo tal vez podrías orientar mis reflexiones ─ volvió a sugerirle lleno de una creciente desazón.
─Yo, sólo soy el resultado de todos y cada unos de tus pensamientos. No tengo ninguna potestad sobre ti, ni en modo alguno podría variar lo que en mí se representa. Solo soy el escenario de tu mente y todo lo que dices, haces o piensas, en mí tiene su íntimo reflejo.
─Es extraño que sintiéndome fuera de ti, vengas a decir, de alguna manera, que a la vez estoy contigo. ¿No es acaso todo lo que percibo una proyección de mis actos de voluntad?
─Te equivocas en un punto trascendental que lo explica todo: no hay un adentro ni un afuera; sencillamente hay. Es como si le diéramos la vuelta una y otra vez a un calcetín sin costuras. ¿Podríamos acaso saber cuál es el derecho y cuál el revés? Estaríamos girando continuamente y nunca lograríamos determinar su principio o su final; las acciones rutinarias se sucederían continuamente..., ad infinitum.
─¿Quieres decir acaso que yo soy el escritor y el lector de mi propia historia? ¿El aprendiz y el maestro a un mismo tiempo?
─Ciertamente, lo afirmo -añadió la voz del muro, esta vez con un tono conciliador.
─¿Entonces, si no es a ti, a quién puedo pedirle una respuesta que dé solución a este enviscado problema?
─A nadie, por supuesto. Las respuestas no son nunca el resultado de pregunta alguna; sencillamente, estas llegan sin más, cuando tienen que llegar. El Camino no se enseña; se aprende. Y hay una oculta llave para abrir la cerradura de la puerta que conduce desde esta aparente y oscura caverna a la certera claridad de la Luz que se vislumbra más allá.
─No entiendo nada de lo que me dices: hablas en metáforas, un lenguaje demasiado críptico, al igual que todo ese embrollo del anverso y el reverso del calcetín. Pero ya que parece que te has dignado a soltar prenda en lugar de pedirme que lo solucione todo por mi cuenta... Dime: ¿dónde hallaré esa llave, si es que existe?
─No lo dudes, existe. El Camino no es fácil de recorrer, pero existe igualmente ... aunque no lo creas ─la voz del muro dejó caer adrede aquel silencio entre palabras.
─Me rompes los pocos nervios que aún me quedan. ¡Dime algo definitivo de una vez por todas!
─La cosa es bien sencilla: haz de buscar la llave dentro de tu propio Corazón. Ahí se hallan, por cierto, todas las respuestas que no responden a preguntas, pues éstas no sirven para dicho menester. Pero no te equivoques: no se trata de razones que alumbrar, sino de puras intuiciones. Entiéndeme: ¡poco menos que corazonadas!
de "Aves del Paraíso" ,
Cuaderno de Pensamiento, Poesía y Relato.
(2018)