Hoy es

los gritos del silencio

     Los gritos del silencio, son insoportables, sobre la mesa, las palabras compungidas tratan de animar a los últimos poemas de un atardecer cada vez más sombrío, en el que las hojas doradas de los árboles se convierten en enfurecidos puñales que se clavan en el corazón. 

     Versos absurdos, tristes, huyen cabizbajos, humillados por la soberbia del poeta que se resiste a aceptar la ingratitud del destino. No puede comprender la rebeldía de las palabras, es incapaz de doblegar su orgullo, trata de imponer su criterio, resistiéndose a ser el dueño absoluto de la blancura del horizonte, su dominio de las palabras, la magia desbordante de su ilusión, aquellos poema que hacía en los que las emociones, brotadas de su corazón, eran la senda de un vida, los sueños que le arrastraban hacia esperanzas casi inalcanzables, desaparecieron en un ayer lejano, eran un recuerdo fugaz.

     Su soberbia le impedía llorar, lo necesitaba. Aquel silencio ensordecedor apenas le permitía ver las cosas hermosas de la vida, los amaneceres se sucedían sin pena ni gloria, la ilusión de antaño por descubrir los secretos que la vida guardaba celosamente sólo para él, le iba guiando por sendas misteriosas hasta descubrir que su lucha tenía sentido, las lágrimas derramada en un rincón oscuro del tiempo, apartado de los caminos luminosos de la alegría, por donde la dicha vagaba hacia la luz suprema del verdadero amanecer. Los días amanecían radiantes y le aguardaban demasiados proyectos, no podía perder ni un solo minuto en estupideces, tonterías que terminarían huyendo avergonzadas.

     Entonces era feliz, dichoso, las palabras le ayudaban a dibujar sus poemas, eran fieles a sus deseos, bailaban con su magia, su fidelidad era absoluta, los versos cotidianos brotaban sin cesar aguardando su momento. 

     Todo se desvaneció, no comprendía los motivos que le habían llevado a aquella penosa situación, no sabía cuáles eran las verdaderas razones de su amarga soledad, aquel egoísmo le consumía. 

     Su alma estaba vacía, llena de una ingrata ausencia. Las palabras jamás regresarían.