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El viento racheado,
una estampida de ánimas arrastra;
empuja los cipreses
que flamean suplicando al azul.
Iza olas en el barro
que descoyuntan alambradas.
Derrota banderas ególatras.
Rompe cristales plácidos,
resquebraja edificios corroyendo sus espadas.
Mas en el campo soberano,
se aquieta el viento.
Modera su ímpetu,
se vuelve brisa.