Capítulo I
... de Gogole |
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Y el espanto de la guerra colmó el alma de los hombres.
Los grupos sociales se atrincheraron en sus creencias y la vida perdió el valor que un día tuvo. Las calles de todas las ciudades, pueblos y aldeas americanas se llenaron de violencia. Una, y cien, y mil espadas de atrocidad se cernían sobre las cabezas de todos. Cada uno de los componente de la multitud heterogénea de seres humanos que las poblaban tenían sus razones, sus odios, su alma en llamas.
Por esto precisamente, para amortiguar, y si fuera posible eliminar, esta certeza de inseguridad, para llegar a creer que algo distinto a la iniquidad de la guerra era posible, algunas facciones de ciertas clases privilegiadas practicaron la flexibilidad, al principio únicamente por razones meramente comerciales, claro está, y permitieron una cierta convivencia, un acercamiento a aquellos seres de categorías inferiores, mineros, mujeres, etc. Luego, el tiempo y el roce entre humanos lo cambió todo.
En el caso de la mayoría de los aristocráticos jóvenes de Virginia las cosas ocurrieron de forma muy distintas, fueron arrancados de sus plantaciones y palacios y se vieron obligados a convivir, a codearse con hombres modestos, con personas sin recursos, incluso con los esclavos negros. Esta hermandad obligada les enseñó que las clases inferiores también tenían, como ellos, como si fueran realmente seres humanos, corazón y sentimientos.